El arte de Guatemala abarca manifestaciones
universales. En ellas encontramos una fuerte tradición y herencia cultural
asentada en la cultura prehispánica, pasando por la presencia de la colonia
hasta la modernidad, con el aporte de artistas extranjeros que contribuyeron al
desarrollo cultural del país como lo fue Desiderio Scotti, Justo de Gandarias y
Santiago González, entre otros.
Josefina de Rodríguez en su trabajo “Pintura guatemalteca del
S XX: Esbozo histórico”, nos dice “desde fines del siglo XVIII la recién
fundada Sociedad Económica de Amigos del País se había ocupado de la creación
de una Escuela de Dibujo, Grabado y Pintura, que en su primera época formó a
los artistas que iban a ser los más relevantes exponentes de la pintura del
siglo XIX; entre ellos, Francisco Cabrera
Se infiere por éstos y otros documentos que la Escuela en tiempos del
Gral. José María Reyna Barrios se mantuvo desde 1892 hasta 1897, con dos
direcciones: la primera hasta 1895, y, la segunda a cargo del escultor español
Justo de Gandarias desde 1895, en que fuera contratado en Madrid por el
Ministro de Guatemala en España, año en que viene a Guatemala, hasta mediados
de 1897, cuando se cierra la
Escuela.”
Y añade “el acuerdo de 17 de mayo de 1892, que
manda erogar la cantidad de tres mil sesenta y dos pesos, para invertirse en
los gastos de instalación de la
Escuela de Bellas Artes y de Comercio (creada esta última dos
días después de la primera)… el acuerdo con el cual se aprueba la solicitud del
grabador D. Próspero Calderón, relativa a la fundación en la Escuela Nacional
de Bellas Artes de una sección de fotograbado -nombrándole para el cargo de
Profesor de dicha sección”
A inicio del S XX la presencia de Jaime Sabaters,
ex secretario de Pablo Picasso marca una influencia en los artistas del
momento: Carlos Valenti Carlos Mérida Humberto Garavito Eduardo de la Riva, Rafael Rodríguez
Padilla Agustín Iriarte y Hernán Martínez Sobral.
La creación de la Academia de Bellas Artes
en 1920, por el artista Rafael Rodríguez Padilla (1890-1929) permitió conformar
una importante generación de artistas: Roberto González Goyri (1924-2007),
Antonia Matos (1909-1994), Hilary Arathoon (1909-1981), Enrique León Cabrera
(1915-1996) y Humberto Garavito (1897-1970).
Aunque
los restos que han llegado hasta nosotros son muy escasos, la
pintura
mural del periodo clásico maya alcanzó una gran perfección técnica y una gran
calidad artística, logrando un difícil
equilibrio entre
el
naturalismo de los diseños y la
gravedad
impuesta por el convencionalismo de
los temas.
Aunque utilizan tintas planas carentes de perspectiva
los muralistas mayas supieron crear la ilusión del espacio. Primero trazaban el dibujo en rojo diluido sobre una capa de estuco, después
se pintaba el fondo quedando las figuras en blanco y posteriormente se iban
rellenando los diferentes espacios con sus respectivos
colores. Para sugerir la perspectiva y el volumen recurrían al fileteado de las
figuras, la yuxtaposición de colores y la distribución
de los motivos en diversos registros de bandas horizontales.